En los últimos tiempos se ha abierto, a nivel legislativo y social, el recurrente debate sobre la eutanasia. El ayudar a “bien morir” tropieza con el arraigado tabú que obliga a preservar y prolongar, cueste lo que cueste, la vida humana; tabú tanto más poderoso cuanto que asienta sus raíces en el instinto de conservación. Este tema siempre provoca un cierto desconcierto en los médicos, que basamos nuestra profesión en ayudar a los pacientes a vivir más tiempo. Pero no debemos rehuir el debate, que es de hondo calado. La muerte es inevitable, y una vez que asumimos a nivel personal este hecho, solo quedan dos incógnitas: cuándo y cómo.
La Medicina tiene mucho que decir en estas dos cuestiones; el asunto es si se reconoce el grado de autonomía de cada individuo para decidir sobre estos aspectos clave, comenzando por las consideraciones éticas y continuando con la responsabilidad de la toma de decisiones, las garantías imprescindibles, los actores, etc. No es un tema para respuestas fáciles, y los médicos, que convivimos a diario con pacientes que sufren y se enfrentan a la muerte, tenemos la obligación de implicarnos con nuestra experiencia y nuestras opiniones sobre algo que –sí, incluso a nosotros– nos afecta muy de cerca.
Eduardo de Teresa es Director de la Unidad de Gestión Clínica del Área del Corazón y Jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Victoria de Málaga, y catedrático de Medicina de la Universidad de Málaga.
Las migraciones hacia Europa de gentes que huyen de la guerra o, sencillamente, de la pobreza, son ante todo un problema humano. Para los políticos es un asunto complejo, cuya solución radica siempre en otra parte, y que perciben como una amenaza. Pero ¿podría ser también una oportunidad? Para gran parte de los países europeos, y para España en particular, la verdadera amenaza a medio plazo es la demografía. El aumento de la expectativa de vida y la baja natalidad ponen el riesgo el estado del bienestar. Los nacimientos en 2017 fueron en España un 24 % menos que en 2008, año de bonanza económica, durante la cual la tasa de inmigrantes se duplicó. También en 2017, y por primera vez, el crecimiento vegetativo español fue negativo.
Por otra parte, los inmigrantes africanos o sudamericanos suelen ser jóvenes y proceden de culturas de mayor natalidad que la nuestra; es más, suelen ser el resultado de una selección natural, pues son los que han tenido la iniciativa de mejorar su vida y el valor de arrostrar los innumerables problemas que abandonar su tierra implican. En otras palabras, la acogida e integración de las personas que arriban a nuestras costas, ¿podría ser una solución para ellos… y para nosotros? Por supuesto que una política en esta dirección se encontraría con múltiples problemas de todo tipo. Pero lo que los ciudadanos europeos debemos exigir a nuestros políticos es que enfrenten los problemas reales y lleguen a soluciones imaginativas, en vez de enfrascarse en la habitual y cansina lucha permanente entre ellos.
Eduardo de Teresa es Director de la Unidad de Gestión Clínica del Área del Corazón y Jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Victoria de Málaga, y catedrático de Medicina de la Universidad de Málaga.
El 1930 Ortega y Gasset pronunció una conferencia en la Universidad de Madrid cuyo título “Misión de la Universidad” dio nombre a un libro de ensayos publicado posteriormente. Ortega afirmaba que la misión de la Universidad no era la investigación, aunque esta era una de las tareas de la institución; su misión era, más bien, enseñar y transmitir los resultados de la investigación.
Nuestra Universidad, y en particular la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) no parece estar muy de acuerdo con el filósofo, pues a la hora de acreditarse para profesor permanente exige un alto nivel de producción investigadora que, en el caso de los aspirantes a profesores clínicos, resulta difícil de alcanzar. Es por ello por lo que cada vez existen menos profesores vinculados a actividad clínica en nuestras Facultades de Medicina y por lo que aquellos que se incorporan, superan de media los cincuenta años de edad, según revela un informe de la Conferencia de Decanos de Facultades de Medicina, de título revelador: “La formación de los médicos, en situación crítica”.
Resulta además que la capacidad docente es poco considerada o evaluada en los procesos de acceso por lo que, si no se modifica el sistema, estaremos abocados a que la enseñanza de la Medicina Clínica sea llevada a cabo por médicos en los que prime la faceta investigadora; no la docente (enseñanza) ni la Clínica. Urge tomar conciencia del problema y arbitrar los medios que, ahora que aún estamos a tiempo, puedan evitar un previsible desastre futuro.
Eduardo de Teresa es Director de la Unidad de Gestión Clínica del Área del Corazón y Jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Victoria de Málaga, y catedrático de Medicina de la Universidad de Málaga.
En estos días se está celebrando el congreso anual del American College of Cardiology, un congreso que solía ser imprescindible si uno quería estar al día de los últimos avances en el campo cardiovascular. Hace unos años la única forma de saber lo que allí se trataba era asistir; hoy, basta con recorrer los lugares adecuados de Internet para asistir a las presentaciones, debates y conferencias. Incluso podemos descargarnos el material correspondiente. Además los resultados de los principales ensayos suelen publicarse de forma simultánea en las grandes revistas médicas.
Entonces, ¿para qué asistir? Hombre, es obligatorio para los que presentan comunicaciones y es un muy conveniente escaparate para la industria farmacéutica y de dispositivos. Pero ¿y el resto de los cardiólogos? Bueno, los congresos siguen siendo el foro adecuado para reunirse de modo informal con gente que trabaja en campos parecidos, para encontrarse con colegas o amigos, para intercambiar ideas y elaborar proyectos… en suma, para mantener algo tan importante en este negocio, como lo es en tantos otros, como la relación humana y el toque personal.
Eduardo de Teresa es Director de la Unidad de Gestión Clínica del Área del Corazón y Jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Victoria de Málaga, y catedrático de Medicina de la Universidad de Málaga.
Cuando a finales del siglo pasado se introdujo la angioplastia coronaria, no faltaron voces que predijeron el fin próximo de la cirugía coronaria. El debate se reabre ahora, con las nuevas técnicas que permiten implantar una válvula aórtica sin necesidad de cirugía. Inicialmente, el reemplazo valvular aórtico percutáneo, o TAVI por sus siglas en inglés, se limitó a enfermos inoperables; pero progresivamente, a medida que se iban constatando sus buenos resultados, se ha ido ampliando a pacientes con grados variables de riesgo quirúrgico. Es evidente que esta técnica supone una menor agresión para el paciente y que, en numerosos casos, goza también de sus preferencias. ¿Por qué no terminar aplicándola, pues, a todos los casos de estenosis aórtica severa? Una de las razones es la falta de datos sobre la durabilidad a largo plazo de las válvulas implantadas por vía percutánea. Comenzamos ahora a recibir esos datos.
El pasado año se publicó el análisis de una serie de pacientes que recibieron estas prótesis, mostrando una tasa de degeneración de la válvula cercana al 15% a los siete años. Esta tasa es ligeramente superior a la esperada en las prótesis valvulares implantadas por vía quirúrgica, aunque hay que tener en cuenta que la población de pacientes es muy peculiar, con avanzada edad y numerosas comorbilidades, y que se refiere a los primeros modelos de bioprótesis que han sido sustituidas en la actualidad por modelos más avanzados. Habrá que esperar, por tanto, a tener más datos y más tiempo de observación. Pero, mientras, podemos aventurar que, al igual que la angioplastia y el implante de stents no ha terminado con la cirugía coronaria, es difícil que las TAVIs, o las nuevas prótesis mitrales o tricúspides que se empieza a implantar por vía percutánea, lo hagan con la cirugía valvular. Eso sí, la cirugía se irá desplazando hacia técnicas distintas, sobre todo de reparación en vez de reemplazo, y en una población diferente de enfermos.
Eduardo de Teresa es Director de la Unidad de Gestión Clínica del Área del Corazón y Jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Victoria de Málaga, y catedrático de Medicina de la Universidad de Málaga.
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