El Sistema Sanitario Público español tiene muchas deficiencias, algunas de las cuales son bien conocidas: insuficiente dotación, sobresaturación, listas de espera, fragmentación territorial…, pero sigue siendo uno de los mejores del mundo. Recientemente la prestigiosa revista Lancet ha publicado un artículo comparando la calidad y accesibilidad de los sistemas de salud en 195 países. España ocupa un honroso 19º puesto; pero si nos centramos en la atención a las enfermedades cardiovasculares ascendemos hasta el décimo puesto, con una nota de 93,4 sobre 100, muy cerca del primero, Holanda (96,8/100) y a gran distancia de, por ejemplo, Estados Unidos (70/100). Es más, en la atención a las enfermedades coronarias, la puntuación es inmejorable (100/100), lo que refleja seguramente la amplia implantación de la atención revascularizadora temprana al infarto de miocardio, el conocido Código Infarto.
Por otra parte, los datos de Estados Unidos deben hacernos reflexionar, pues con frecuencia consideramos la medicina de ese país como la más avanzada del mundo. Pero, aunque eso puede ser cierto, no lo es para toda la población; y lo será aún menos cuando su actual presidente desmonte por completo el Obamacare, modesto intento de extender la asistencia sanitaria a amplias capas de la población hasta entonces privada del acceso a ella. No basta con tener magníficos centros de referencia dotados de lo último en tecnología y con los mejores profesionales; hay que procurar que esa riqueza asistencial llegue a toda la población. Y en ese difícil equilibrio entre profundidad y extensión, la asistencia cardiovascular española sale bastante bien parada. Deberemos, eso sí, siendo conscientes de nuestras deficiencias; pero como paso diagnóstico previo para intentar mejorar algo que ya es bastante bueno.
Eduardo de Teresa es Catedrático Emérito de Cardiología, Universidad de Málaga. Director de la Cátedra de Terapias Avanzadas en Terapia Cardiovascular de la Universidad de Málaga.